Valentina llegó cansada a su casa. Se preparó algo ligero para cenar. Cuando fue acostarse en la ventana de su habitación, asomado en la repisa se encontraba un grillo verde. Al verlo se asombró, recordando haber leído en un libro que si alguna vez se veía a alguno aparecer precisamente en la ventana, se decía que era señal de buena suerte. Aunque se encontraba bastante cansada para pensar, solo deseaba cerrar los ojos y descansar.

Había sido un día largo. Fructífero por un lado, ya que había conseguido vender bastante en la tienda y cansada por otro por todo. Su mente no dejaba de cavilar sobre las palabras de la vidente. 

Al cerrar los ojos se adentra en un profundo sueño en el que se encontraba luchando contra los tentáculos de un tiburón, intentando atraparla. Al otro lado un apuesto caballero oye a Valentina gritar y corre con su caballo a cuestas, envainando su espada enfrentándose al tiburón y de esta forma salvando a Valentina.

Valentina despertó sobresaltada y sudorosa. Todavía era de noche y el silencio reinaba en la oscuridad. Se levantó de la cama en busca de un vaso de agua fresca, mientras reflexionaba sobre el significado de lo soñado. Hacía mucho tiempo que no recordaba un sueño tan real y profundo. A veces la mente es tan misteriosa como los mismos sueños a los que nos enfrentamos, más si es de noche.

—¡Yo soñar con un príncipe! —exclamó. — Si en Viña del Mar no he encontrado el amor, no creo encontrarlo en ningún otro lado —pensó mentalmente.

Valentina miró la hora en el reloj y pronto escucharía el despertador sonar. Se tumbó en la cama aunque solo fuera para poder descansar un poco hasta volver a su vida rutinaria en Viña del Mar.  

Anuncio publicitario