Beethoven nació con el don de componer música. A muy temprana edad sus padres vieron en él a un niño prodigio. Beethoven adoraba los instrumentos. En ellos componía música que jamás nadie le enseñó. Nunca tuvo ningún maestro que le pudiera enseñar lo que el maestro ni sabía en cuánto a música y notas se refería.
Las notas de música a medida que fue creciendo fueron formando parte de su vida. Creaba y componía, de la misma manera en que caminaba y respiraba.

Una noche mientras dormía, soñó con una melodía que no dejaba de darle vueltas por su mente. Unas notas fluyeron en su mente, en sus sueños. Sin saber qué éstas le querían transmitir un mensaje. Al despertar a la mañana siguiente, la misma melodía resonaba en su mente. Decidió sentarse en la banqueta del piano y empezar a componerla.
Le llamó la novena sinfonía. Porque ese fue primer día de su reciente sordera, pero sus notas siguieron resonando en su mente. De hecho, era lo único que podía escuchar; las notas de la música.

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