De niño me preguntaba cómo se llamaba y quién era al que todos odiaban. Ahora que soy un adulto, sé a quien se referían. Como una pluma lo siento avanzar sin detenerse, con su caminar silencioso e incansable. Cada vez que mis ojos despiertan, alumbrados por el sol matutino, sé que sin percatarme ha ido avanzando y lo sigue haciendo, sin descansar.

Veo a mis padres entrados en años, a mis hijos, convertidos en unos adolescentes y entonces es cuando pienso en tu nombre, en aquel al que todos odian; lo llaman tiempo. Tiempo es tu nombre. El que pasa veloz y silencioso, manteniendo siempre el mismo estado , mientras tanto, nosotros los humanos, vamos avanzando, creciendo y cambiando, hasta envejecer. Pero tú te mantienes igual. Y seguirás de la misma forma, aunque yo no esté en este mundo.

Entendí que nosotros habíamos de seguir avanzando para tener una vida plena, pero tú deberías seguir en este camino llamado vida para mantener el equilibrio entre los dos mundos. Eres el que todos odian por ser testigo de cómo los años nos van pasando factura. De ser niños, fuertes y jóvenes a convertirnos en ancianos, sin apenas fuerzas.

Tiempo, tú que transcurres para algunos tan rápido y en otros tan lentamente. Pero de igual manera, nos ves pasar por la vida, como el río que fluye…

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