Unos pasos fueron escuchados por algunos tripulantes quienes se alegraron al ver que eran el capitán Max junto al oficial Robert, regresando de quién sabe dónde. 

Los pasajeros también se alegraron de verlos de regreso, aunque tenían muchas preguntas que deseaban hacer, esperaron a que ambos se recuperaran de su larga carrera y recobraron el aliento. 

—¡Capitán, nos alegra mucho que esté de vuelta, sano y salvo! —exclamaron al unísono. 

—¡Robert! —exclamó uno de sus compañeros. —¿Cómo te encuentras? —preguntó, viendo su rostro pálido y casi sin fuerzas para poder hablar. Un nudo en la garganta se lo impedía. 

—Me encuentro mejor, compañero. —respondió sintiendo el cansancio y el dolor en su cuerpo y en su pierna, mientras no dejaba de darse masajes para menguar el dolor. Aunque su mente no podía dejar de pensar en Andrea. 

—Capitán, ¿Qué ha pasado? —preguntó uno de los pasajeros. 

—Es una larga historia. —respondió éste igual de cansado que Robert.

—Max, ¿dónde está Andrea? —preguntó uno de los de la tripulación. ¿no la habéis encontrado? —preguntó preocupado.

—¡Es verdad, la chica por la que os fuisteis en su búsqueda! — exclamó una de las pasajeras. 

—Andrea, es quien nos salvó y por ese motivo nosotros ahora estamos aquí. 

—¡Calma, calma! —exclama Max. Cómo os he dicho antes, es una larga historia. Os la explico. 

—Robert y yo fuimos en su búsqueda. Tomamos distintos caminos. Robert la encontró primero, pero a mí me raptaron unos encapuchados…  

Los alaridos de las mujeres fueron interrumpidos

—En cambio —prosiguió Robert. Yo sí encontré a Andrea junto a un cofre lleno de huesos humanos. Entonces decidimos encaminarnos hacía la playa cuando nos dimos cuenta de que nos faltaba Max.

—Ellos intentaron salvarme —continuó Max. Pero también fueron capturados por unos sectarios que viven bajo el techo de una capilla. Aquí en la isla. 

—¡Qué! —empezaron a alarmarse. 

—El caso dijo Robert —intentando abreviar la historia es que intentamos escapar por la noche y lo conseguimos. Aunque Andrea quedó presa, de nuevo. —dijo finalmente. 

—Me comentan que el barco está listo para zarpar —confirma el capitán. Pero somos una tripulación y como capitán autorizo a que no se separen de aquí por nada del mundo. Hemos aterrizado en una isla habitada por unos insectos de sectarios que adoran el mal, el satanismo o como queráis llamarlo. Pero, no nos iremos hasta que tengamos noticias de Andrea. Somos un equipo y una familia y estamos tanto la tripulación como vosotros los pasajeros juntos en este viaje. Os pido que seais comprensivos. Disculpad nuestra tardanza. Os será recompensada. Y prometo que pronto zarparemos a Hawaii. 

Los pasajeros se miraron a los ojos. Algunos fueron a protestar pero los alaridos de una mujer fueron interrumpidos y todos miraron en la misma dirección. 

—¡Fuego, Fuego! —exclama una mujer, señalando el punto donde habían estado Robert y Max. Sus rostros pálidos solo pensaron en Andrea. 

—¡Mirad! —exclamó otro de los pasajeros. Alguien está viniendo hacia nosotros. ¿y si es un sectario?, ¿y si nos viene a atacar? —preguntó exaltado, contagiado por los alaridos de la mujer que tenía a su lado. 

El nerviosismo se hizo mayor a medida que los pasos se hacían más cercanos. 

—¡Calma, calma! —intervino uno de los tripulantes al ver que Max no reaccionaba. —No sabemos de dónde viene y parece estar aún lejos de donde nos encontramos. —respondió. 

—¡Andrea!. ¡Es Andrea! —gritó Robert. 

Andrea llegó sin fuerzas con el rostro pálido y se arrojó a los brazos de Robert, a punto de desmayarse por el cansancio. Robert la asió a tiempo. Tenía mil preguntas en su mente que preguntar, pero al verla sana y a salvo. Ya habría tiempo para preguntas. 

—¡Andrea! —se apresuró Max… ¿pero cómo?.

—¿Qué cómo he podido escapar? —leyendo la mente. Ni yo misma sé cómo lo hice. Solo doy gracias a que en en ocasiones soy sonámbula y solo recuerdo el verme fuera. En libertad. No sé cómo logré escapar. Mi mente cuando está sonámbula no lo recuerda. Recuerdo la libertad. El encontrarme fuera de la iglesia. La causante del fuego he sido yo. Sabía que por mucho que corriera se darían cuenta de mi ausencia. Así que emplee métodos de supervivencia. Prendí fuego a ese lugar maldito. 

Había terminado todo el desenlace de la iglesia de aquella isla. Volvían a encontrarse rumbo a bordo. El desenlace había terminado con aquellos sectarios, que no eran más que insectos, ahora carbonizados.

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