Estoy sola en un mundo donde está habitado por criaturas caníbales infectadas por un hongo. Sé que mis compañeros que iban conmigo se han perdido por el camino o bien han sido atacados, ya no sé que pensar. Sólo sé que tengo que salvar mi vida, sea como sea. No puedo morir. No ahora. Aunque las posibilidades de sobrevivir son complicadas.
Veo el mundo que me rodea, inhabitado. En cualquier momento, van a salir para atacar. Tengo que estar preparada para poder luchar contra el enemigo. Luchar contra con quien los demás no han podido salvarse. ¡Qué ingenua pensar que yo me salvaré!.

Mientras la mente de Doris no dejaba de pensar, unos ojos escondidos detrás de unas rocas la observaban con detenimiento. Doris tenía sus cinco sentido en alerta. Un falso movimiento y sería presa de esas terribles criaturas. De repente oyó un siseo que pronunciaba su nombre.

—Doris, Doris —volvió a escuchar por segunda vez
—¿Quién anda allí? —preguntó con posición de ataque.
—Soy Jana, tu compañera.—dijo susurrando

Doris se extrañó ante el comportamiento de su compañera. Ya no se fiaba ni de su propia sombra. Entonces, se sobresaltó. Cuando Jana reptó como un reptil para atacar. ¡Atacar a Doris!.
Doris la miró exaltada y cuando la observó mejor, se encontró que el hongo la había poseído. No era la Jana que ella conocía. Había sido transformada y ahora pendía de un hilo la vida de ella.
—¡Bam! —perdóname Jana. El disparó resonó en la atmosfera, mientras Doris intentaba huir de los demás que la intentaban perseguir.
De súbito percibió unas manos que la agarraban por la cintura y de su garganta extrajo un grito. Abrió los ojos y su entonces se encontró con su madre que la intentaba calmar. Todo había sido una pesadilla.

Anuncio publicitario