El ansiado día había llegado. Las puertas del Museo Guggenheim de Bilbao, abría las puertas a todos sus habitantes. El diseñador del Museo, no se encontraba presente entre todo el gentío. De uno en uno iban entrando para contemplar con sus propios ojos la belleza de la que estaba dotada el lugar. ¡Era impresionante!. Hecho de titanio y cristal luminoso, con espacios tanto dentro como por fuera, en el que embelesados todos quedaban de cada rincón por el que se paseaban. Lleno de esculturas y monumentos que quedaron grabados en las mente de todo aquel que lo visitaba. Organizado y silencioso. El lugar perfecto para estar en armonía.

En la inauguración fueron muchos los que quisieron felicitar al diseñador de crear algo tan espectacular. Pero nadie encontraba ni sabía nada del creador.
—Perdone —¿sabe donde se encuentra el diseñador del Museo? —preguntó Sergio a la la mujer que se encontraba en la recepción atendiendo las llamadas y visitas que iban viniendo continuamente.
—En estos momentos se encuentra descansando en su recámara privada —respondió, con amabilidad
—¿En su recámara? —preguntó sorprendido.
—¿Desea alguna cosa más? —preguntó la secretaria.
—No. Gracias por su tiempo. —respondió finalmente Sergio

Decidió emprender el camino y seguir visitando cada rincón, descubriendo un sin fin de esculturas y monumentos cada vez más asombrosos y originales. Sin darse cuenta, se desvió por un pasadizo. El silencio se hizo más profundo a medida que caminaba. Hasta darse cuenta de que se encontraba solo, delante de un habitáculo cristalino del que a su lado un letrero asomaba «prohibido el paso». Sergio era un chicho que siempre había seguido las normas, pero una vocecilla en su interior le decía que siguiera caminando.
Llegó a una recinto en el que había una habitación. En ella reposaba el cuerpo de un hombre, aparentemente dormido. Se acercó un poco más, intrigado. Un letrero colgaba de las cuerdas que impedían pasar más de lo indicado. Al leer la frase su rostro palideció. «He terminado mi obra. Es la hora de mi descanso eterno».

Más adelante se convirtió en un símbolo mundial de cultura y arquitectura.

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