Elsa siempre había sido una chica solitaria desde su niñez, envuelta en un manto de dureza y frialdad. ¡Cuánto había deseado ser como las demás!, pero sabía que había nacido con un don, que para bien o para mal, debía aislarse de los demás, incluso de los que más quería. En sus venas corría el poder de la nieve. Todo lo que tocaba se congelaba.
Pronto vendrían las primeras nevadas del invierno. Mientras la gente se preparaba para calentar sus hogares, Elsa decidió aislarse a las montañas. No se sentía parte del lugar al que desde niña había vivido.

Mientras creaba con su poderes una casa de hielo donde habitar, se encontró que no estaba sola. Frozono, antaño fue un héroe, ahora se había ido a vivir a las montañas. Estuvo salvando a la gente, cuando ésta se encontraba en peligro, sin saber que sus poderes algún día podría afectarle más de lo que el creía. Su rapidez era parte de ser un héroe, lo que la gente no contaba es que también si no controlaba sus poderes, Frozono podía congelar a cualquiera.

Cuando Elsa se dio cuenta de que no estaba sola y de los motivos de aislamiento de Frozono, se vio reflejada en el. Poco a poco fueron entablando una amistad, que se fue convirtiendo en algo más. El no tenía miedo de congelarla, pues sabía que el ni el frío ni la nieve afectaban a Elsa. Más ella poseía los mismos poderes de congelar. Por primera vez en años ambos empezaron a comprender el sentimiento del amor. A conocerlo. Un sentimiento extraño y muy distinto a lo que durante años la dureza y frialdad habían sido parte de ellos.

Ambos compartían muchas cosas, se sentían amados y unidos. Se amaban. ¡Qué difícil era pronunciar esa palabra!. Todo para ellos era nuevo, ese sentimiento que albergaban en su interior, escondido, ahora salía a la luz. Se les podía ver bailar bajo los copos de las nieve, jugar con las bolas de nieve para terminar abrazándose y amándose durante toda la noche.
Elsa nunca había creído en el amor, hasta que Frozono se cruzó en su camino. El comienzo de esta historia de amor, no hizo más que empezar para ambos protagonistas. Ambos habían descubierto un nuevo sentimiento. El más importante de todos. El del calor del cuerpo humano.

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