El último de los videojuegos que había salido a la venta era la novedad del momento. Todo un éxito. «El juego del calamar «, estaba destinado en un principio a un género juvenil, mayores de dieciocho años. Aunque muy pronto fueron pasando de mano en mano y se hizo efecto en distintas edades, entre ellas, los menores de edad.
El creador del El juego del calamar, había creado distintas fases en cada nivel que el jugador tendría que superar. Aunque la violencia era una de las facetas que más predominaba en el juego Por ello se vendió con la etiqueta de +18 años. Lo habían advertido. Lo que no imaginaban era que menores también empezaban a jugar. Empezaron a viciarse de tal forma que quedaron atrapados en el.
Los adolescentes dejaron de salir a las calles. Solo tenían una única misión. Pasar los ocho niveles del juego. Se pasaban horas y horas conectados, mirando la pantalla del ordenador que les inducía y atrapaba, absorbiendo sus mentes y saboreando la violencia que les inducía a no separarse de la pantalla.
Los padres de los chicos ya no sabían qué hacer. Veían a sus hijos hipnotizados. El juego les había absorbido sus cinco sentidos.
Xema, un chico de unos dieciocho años se encontraba en el último nivel. Entonces sucedió lo inevitable. Xema consiguió pasar todos los niveles. Exaltado y emocionado, estaba fuera de control, sin saber que había una última prueba más. Debía completar el final de los ocho niveles para ser el ganador. Esta prueba era basada en hechos reales. Debía coger un utensilio de cortar y hacer daño a alguien o el mismo.
Sin pensar en las consecuencias , cogió la navaja que tenía en su habitación y pensó en quién podría hacer daño para solo así ser el campeón y no su contrincante. En este caso, todos eran enemigos de todos. Lo que se creó como un juego se convirtió en un arma letal. Se encontraba solo en casa y entonces decidió hacerse un corte, sin pensar que cortarse las venas de las muñecas le llevaría a la muerte. Game Over.