—¿Dónde se encuentra el Capitán? — preguntó uno de los pasajeros, que no paraba de dar vueltas en círculo, impaciente. Los demás empezaron a contagiarse de preguntas sin respuestas por parte de los marineros y demás trabajadores del barco.

—Queremos respuestas, como por ejemplo ¿Cuándo estará reparado el barco?—preguntó una mujer hastiada de estar parada, sin poder salir de la isla, sabiendo que sus vacaciones a Hawaii, estaban echando por la borda, no mejor dicho. 

—Mi mujer solo desea saber para cuando podremos llegar a nuestro destino —intervino un hombre de modales más formales y tranquilos. 

Mientras los adultos intentaban conseguir respuestas por parte de los de la tripulación, algunos de los chiquillos corretean y disfrutan de la blanca arena en contacto con sus pies, sin percatarse de los problemas de los mayores. Uno de ellos alcanzó un trozo de pan de una de las mesas que habían montado como espacio para la cena. 

—¡A dónde vas, canalla! —exclamó una de las mujeres que estaba más cerca, a modo de sorpresa, mientras veía al niño alejarse para no ser pillado con el trozo de pan que se había llevado a la boca, mientras reía a carcajadas. 

—¡Atended, Atended, por favor! —empezó a hablar uno de la tripulación. —Comprendo vuestro interés en saber en cuánto estará reparada el barco. Aún quedan algunos ajustes por hacer, no puedo garantizar el tiempo que pueda llevarnos reparar los daños causados. De todas formas —recalcó —haremos todo cuanto esté en nuestras manos para poder agilizar el proceso. 

—¿Por qué no habla el Capitán? —preguntó el hombre que no paraba de dar vueltas en círculo. 

—Nuestro Capitán se encuentra velando por vuestra seguridad y la de toda la tripulación por lo que ha ido junto a dos compañeros más, para saber en qué localización nos encontramos y en qué isla estamos exactamente. Desconocemos el lugar, por lo que, por favor. —respiró —únicamente os pido a todos un poco más de paciencia y nuestras disculpas por el retraso que por culpa de la tormenta nos hemos visto sometidos. 

Cuando terminó de hablar los marinos se miraron a los ojos a la espera de su Capitán Max y de dos de sus trabajadores. Robert y Andrea. Había anochecido y los pasajeros se disponían a descansar y pasar la noche en tiendas de campaña, cubiertos con las mantas del barco que los de la tripulación pudieron sonsacar a duras penas. En los pensamientos de algunos marineros, la ausencia de Max era un asunto preocupante. 

Mientras, en el otro lado de la isla, Andrea oye el tintineo de las campanas y un mal presentimiento cruzó por su mente, al no haber encontrado todavía Max. 

—¡Robert! —exclamó ¿Has oído lo mismo que yo?

—Sí, Andrea. —respondió. He oído las campanas de la iglesia sonar. Lo mejor será que cambiemos de dirección. Estamos yendo en dirección opuesta. Tal vez Max esté en apuros y no lo sepamos. 

—¡Robert, tengo miedo! —exclamó con la piel erizada.

—No estás sola. Estás conmigo. —respondió

El caminar bajo la noche estrellada para Andrea siempre había sido algo mágico y hermoso. Ahora mismo, no pensaba de esa forma. El miedo crecía en ella de forma abrumadora. Un destello entre la maleza hace que se dirijan en sentido diagonal. Tras esquivar las hierbas que crecían en abundancia en esa zona, los ojos de Robert y Andrea se agrandaron al ver que no había sido una alucinación. En realidad sí existía una iglesia. En ese mismo momento las campanas volvieron a sonar con más ímpetu.

Se acercaron cada vez más despacio para evitar hacer el menor ruido. Aunque las sombras cernían ese lugar como si fuera un lugar aparte de la isla. Escondida en ella habían construido una pequeña iglesia. 

Robert y Andrea sabían que no estaban solos, pero debían saber de Max. Los cánticos desde dentro del lugar empezaron a oírse en mitad de la noche y las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, indicando a qué entrasen en ella. 

Andrea temblaba de miedo y Robert la apretaba con todas sus fuerzas, haciéndole saber que no estaba sola. Habían entrado en la boca del lobo, en busca de su Capitán, a quien encontraron atado a una silla. 

Max abrió los ojos cuando los vió. Intentando decirles algo pero en vano. Andrea comprendió en ese momento que si salían vivos de allí sería un milagro. Estaban bajo el techo de una secta de la que habían hecho rehén a Max. Y ellos serían los siguientes. Robert miraba por todos lados en busca de los que tenían retenido a su Capitán. 

Varios ojos estaban acechando el lugar. Mientras uno de ellos alcanzó a coger a Andrea. El grito llegó a oídos de Robert, quien supo que estaban solos ante el mismísimo diablo. Unos focos se abrieron y recibieron a un segundo rehén. 

Andrea y Max se miraron a los ojos en busca de la oscuridad de la que estaban sometidos. Robert, oyó la puerta cerrarse detrás de él. Atrapados. La aparición de varias sotanas negras hicieron su reparación en busca de su gran mentor todopoderoso cuya sotana era del color de la sangre. Robert tampoco pudo escapar de la velocidad en la que fue retenido. 

Los tres se miraron desconcertados, mientras se hacían la misma pregunta ¿Quiénes eran?, mientras Andrea se acordó repentinamente de los huesos que había visto en el cofre. De una cosa estaba segura. Todo estaba relacionado. ¡Cómo huir!.

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