El dibujante estaba inspirado en plasmar sobre su lámina la belleza del árbol que tenía ante sus ojos. No era un árbol cualquiera. En él, se encontraban grabadas las dos iniciales que durante toda su vida le han ido persiguiendo. Una inicial era la de el, la otra, la de su amada de su juventud. José y Luisa. J L.

Mientras daba sus primeras pinceladas, recordaba a aquella joven que le había robado el corazón. Su Luisa, su primer amor. El primero de todos y el último. Nunca más encontró sosiego ni descanso. Únicamente cuando estaba con Luisa se sentía bien. Desgraciadamente, la vida le aguardaba con una gran desilusión. Hacía dos años que tuvo que marchar, junto con sus padres al extranjero. No volvió a tener contacto con ella

Como el árbol de la vida, que nunca sabe lo que te puede deparar el futuro. ¿tendría la ocasión en un futuro de volver a reencontrarse?. Tal vez se hallara más cerca de lo que el creía. Lo que una vez la vida le arrebató, estaba a punto de reencontrarse de nuevo.

Luisa había llegado del extranjero en busca de una persona muy especial, que había logrado olvidar. Sus recuerdos la llevaron a recordar en el árbol que sus iniciales quedaron grabadas. Recordaba el lugar, deseaba verlo de nuevo para recordar en el ese amor que nunca pudo olvidar, llevando una tristeza, de no haber sabido más de él, por culpa de la distancia.

Un pintor se encontraba en el lugar donde sabía que era el mismo que recordaba y que no había olvidado. Se acercó al árbol para trazar las iniciales de ese amor perdido. Cuando al desviar la vista se encontró frente a frente con la persona que creía que era.

El desvió la mirada dejando a un lado sus pinceles y creyendo ver una ilusión, se percató de que era ella. Luisa había regresado. Lágrimas surcaron del rostro de Luisa al ver que era él. Entre abrazos y sollozos, el amor volvió a resurgir y sus corazones nunca más se volvieron a separar.

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