Juana hacía dos años que había enviudado. A raíz de allí se rodeó de sus dos mejores amigas y en ocasiones formaban reuniones en secreto que tan solo ellas tres sabían. donde invocaban y adoraban a Lucifer, practicando rituales y hechizos, sonsacados de libros Tras enviudar, Juana se internó en una especie de burbuja en la que no había manera de hacerla salir. Siempre se le veía con sus ropajes oscuros, pero pasado dos años la gente se extraño que aún estuviera vestida de luto.
Por otro lado, sus dos amigas le instaron a ir de vez en cuando al bosque. Un lugar sagrado para ellas, que les purificaba el alma y todos sus sentidos cobraban vida.
Desde entonces, siempre se las veía juntas. Lo que la gente no sabía es lo que compartían. La devoción a invocar al más temido de todos pero para ellas no temían a nada. Invocar al llamado demonio Lucifer, les atraía como un imán. Al principio Juana era un poco reacia, no creía en hechizos y no se fiaba de los rituales. Pero a medida que pasaban los días y las reuniones fueron en aumento, sintió la conexión del bosque que la llamaba.
Atraída por una fuerza misteriosa y mágica, no pudo esperar a sus dos amigas ni tuvo tiempo para llamarlas. La fuerza del bosque la llamaba por su nombre, el viento empezó a silbar y a rugir con fuerza. Cada paso era un acercamiento a las artes oscuras que ella y sus amigas habían intentado invocar pero sin éxito. Ahora el aquelarre se le aparecía precisamente a ella, a solas. Hipnotizada por su gran poder, Juana se dejó llevar. Mientras el aquelarre no dejaba de observarla y mirarla con deseo. Un deseo mayor a cualquier otro.
«Juana, mi Diosa, mi Elegida» – Posees el brillo y la fuerza de una bruja en tu interior. El fuego aviva en tu corazón.
Juana por el contrario no le temía, al contrario. Deseaba saber más. El aquelarre la envolvió con sus brazos y se fusionaron en uno solo, hasta desparecer, para esparcir maldad por el mundo.