Siempre sentí una gran pasión por el arte. A raíz de allí empecé a estudiar todo lo relacionado con él. Uno de mis sitios preferidos era caminar por las pasillos de las grandes exposiciones, admirando cada una de las obras, contemplando los colores de sus cuadros y observando cada detalle, desde el más pulido hasta el más superficial de cada uno de ellos.
Era y sigue siendo una de las maravillas de las que goza mi bella Italia, mi tierra natal. Caminaba despacio para poder parar en cada uno de las obras y contemplarlas con la misma pasión que en todas las demás. Estaba llegando al final del pasillo, cuando mis ojos vieron la obra más extraña y muy distinta a cualquier otra. Estaba enmarcada en un marco dorado, denominada Tridimensional. La obra estaba en blanco, no estaba dibujada. Arriba, una descripción escrita en latín hizo que mis huesos temblaran «Tus ojos verán solo lo que tu desees ver».
Por un lado deseaba tocar con las puntas de los dedos aquella obra tan sobrenatural, Fije mi mirada en ella durante unos breves instantes antes de irme. Entonces mi mirada se adentró en aquel cuadro en blanco que empezó a dibujar por obra de magia el reflejo de una puerta que se abría ante mi. Sus pinceladas eran suaves a medida que iba dibujando lo que yo creía que era. La puerta que se abría ante mis ojos era, ni mas ni menos, lo que en mis sueños siempre había soñado. Ver las divinidades del mundo.
Atraído por aquella obra que tan solo mis ojos veían, me adentré, hipnotizado, siendo absorbido por el cuadro, quien me adentró en otro mundo paralelo, del que no sabía cómo salir. Ahora era yo el que estaba atrapado detrás de un mundo soñado. El dibujo de la puerta había desaparecido, dando lugar a una obra nuevamente en blanco. Únicamente podía ver el marco dorado intacto frente a mis ojos. Detrás de mis espaldas se encontraban todos los Dioses Mitológicos con los que había soñado. Se convertiría en el anhelo soñado o en una pesadilla.