Habitaban dos aldeas. La aldea de arriba y la aldea de abajo. Llamadas así por su rango. La aldea de arriba poseía todos los bienes mas preciados y valiosos, en cambio en la aldea de abajo, tenían que vivir a costa del ganado y trabajando duro. Tenían la vida más dura a diferencia de los de arriba que apenas tenían que mover un dedo para conseguir lo que ellos quisieran.
Cierto día la mujer de unos de señores, así se llamaban llamar, de la aldea de arriba, estaba dando a luz a su segundo hijo. El parto parecía ser uno de los más largos, las horas se hacían eternas y las contracciones más frecuentes. Las comadronas estaban dando paños de agua fría a la parturienta y tras muchas horas de sufrimiento, el recién nacido pudo al fin, salir.
Todos habían ansiado este momento y también esperaban el primer llanto del bebé, que no llegaron a oír. Dieron por muerte al bebé por no llorar, sin saber que tan solo estaba dormido y éste no había llorado.
Colocaron al bebé en una cesta, mientras lloraban su pérdida. Los hombres lo echaron con delicadeza, río abajo. Una tormenta a lo lejos se avecinaba, y el trueno asustó al bebé, que abrió por primera vez los ojos y el llanto oyeron los de la colina de abajo, cuando las mujeres terminaban de lavar la ropa, vieron asomar como un recién nacido en una cesta de bambú iba directo hacia ellos.
El recién nacido fue acogido por los lo la aldea de abajo sin saber que los de la aldea de arriba lloraban su pérdida.