Dereck llamó al despacho de su superior, con la intención de que le pudiera conceder unos días libres, por motivos personales. Cruzaba los dedos para que se los concediera. Era uno de los nuevos empleados y no estaba muy convencido de que le concediera su petición.
—¿Interrumpo? —preguntó Dereck con el pulso acelerado.
—No te quedes en la puerta. ¿sucede algo? —preguntó, frunciendo el ceño al ver a Dereck.
—Sé que soy nuevo en el trabajo, y que tal vez no pueda concederme lo que le voy a preguntar. —empezó a decir, nervioso.
—Dereck… —Si se trata de un aumento de sueldo, todavía no puedo concederte, por el mero hecho de que no hace ni un año que estás trabajando. —le dijo tajante, creyendo que era esa su petición.
—¡Oh, no! —no sé trata de eso.
—¿Entonces? —preguntó su superior, mientras se tocaba la barbilla, pensativo
—Le explico. Tengo unos asuntos personales que resolver. Necesitaria unos días de vacaciones y al no hacer un año que trabajo en esta empresa, no estoy seguro de que se me puedan conceder…El caso—prosiguió —es que es de vital importancia si pudiera concederme algunos días. Me ha surgido un asunto personal que debería resolver, lo antes posible.
—En tal caso…—se inclinó en su sillón mientras jugueteaba con un lápiz en la mano, mientras pensaba, mirando el rostro de preocupación que se podía reflejar en Dereck.
—Te concedo cinco días. —dijo finalmente. Se te descontaran de tus días vacacionales. ¿de acuerdo?
—Muchas gracias, señor.
Dunia había quedado en casa, recogiendo las últimas pertenencias, recordando con nostalgia, cada momento vivido, desde el día en que ella y su padre habían llegado hasta este destino. Recogió sus pertenencias más preciadas, sin olvidarse de las cartas que su padre le había escrito. Rescató del desván una caja amarillenta, roída y polvorienta por el tiempo, donde Dunia guardaba celosamente unos objetos que pronto tendría que utilizar.
—¡Ya he llegado! —anunció Dereck, con una sonrisa en los labios. —desviando a Dunia de sus pensamientos.
—¡Ya llegaste! — exclamó, mientras subía rápidamente las escaleras mientras llevaba consigo la caja amarillenta y la guardaba junto con las demás.
—¿Cómo te ha ido con el superior? —preguntó, mientras suspiraba, frotando la frente del cansancio
—¡Adivina! —me han concedido cinco días. Cinco días en los que podemos ir visitando nuevas viviendas y tener tiempo para organizarnos.
—¡Eso es magnífico! —exclamó Dunia, mientras besaba a Dereck.
Al día siguiente empezaron a llamar a inmobiliarias y a buscar viviendas que estuvieran en alquiler o en venta. Aunque, sus preferencias estaban en alquilar.
—Buenos días —dijeron al unísono, al entrar en una inmobiliaria.
—Buenos días— les saludó una discreta mujer de rasgos orientales ¿en qué puedo ayudarles? —les preguntó muy amablemente.
—Queremos hablar con el comercial, que pudiera ofrecernos ver el listado de catálogos de viviendas que tengáis en alquiler —respondió Dereck.
—Por supuesto —respondió, mientras les acompañaba por un pasillo que daba acceso al despacho del Director de Ventas.
Entraron al despacho del Director de Ventas, cuyo mobiliario morado resaltaba entre todas las demás tonalidades.
—Buenos días.—saludó un hombre de negocios, bien vestido, mientras les daba un apretón de manos a modo de saludo. Siéntense —les ordenó, mientras cruzaba las manos.
—Estamos interesados en el alquiler de una vivienda —se adelantó Dereck.
—Muy bien. Entonces les enseñaré nuestro catálogo de viviendas en alquiler que tenemos disponibles en estos momentos.
Les ofreció un libro en el que aparecían las viviendas y el coste de ellas.
Permanecieron un rato ojeando páginas, a medida que se centraban más en la que fuera más asequible a su bolsillo y práctica para ambos.
—Si puedo sugerirle alguna opción a tener en cuenta —les respondió el comercial —al ver cómo estudiaban las opciones…
—Hay unas viviendas que están en el centro y se encuentran muy bien de precio, también están cerca de parques y colegios y boutiques.
—Se nos sale de nuestro presupuesto —respondió Dereck.
—Además, ¿qué le hace pensar que tengamos hijos? —preguntó Dunia. Al ver cómo resaltaba la importancia de tener colegios y centros educativos cerca.
—Perdón, no era mi intención. —se disculpó el agente.
—Disculpe señor, pero es que mi novia y yo tenemos unos asuntos que resolver y una vivienda en la que residir —se apresuró a responder Dereck, con una sonrisa un tanto forzada.
—¿Y estas de aquí? —preguntó Dunia, señalando unas viviendas más bien pequeñas que se encontraban al final del catálogo.
—Estas casas son muy pequeñas, algunas incluso de una habitación. Ideales para jóvenes sin hijos a su cargo y muchos otros que empiezan a independizarse. —También hay que decir que, se encuentran a las afueras del centro y no hay por el momento muchas de líneas de transporte, aunque tal vez sea una de las sugerencias que pronto llegue a cumplirse, ya que los vecinos, que son pocos, lo han pedido al Ayuntamiento. La ventaja es que están listas estas viviendas para poder entrar a vivir inmediatamente.
—Nosotros tenemos vehículo propio. Para ello no sería una desventaja. —afirmó Dereck y encaja a nuestro presupuesto. La distancia y el que esté alejado del centro no nos supone ningún problema. ¿Tu que encuentras, Dunia? —ésta asintió con la cabeza. Dando por zanjado el asunto, con tal de poder ir a vivir lo antes posible.
Estuvieron todo el fin de semana, limpiando y desempaquetando lo que se habían traído. Yendo y viniendo de arriba hacia abajo con el coche. Cuando hubieron terminado con todo, Dunia se encontraba tan cansada que ni apetito tenía. Había preparado la cena y las albóndigas que había preparado, se las tuvo que terminar Dereck. A ella se le había cortado el apetito.