Sabía lo que estaba en juego, mi instinto me decía y me susurraba por las noches que debía hacer algo. Mi vida no podía seguir de la misma manera. A veces hemos de enfrentarnos a una dura realidad, como la vida misma, con un par de santo valor y energía y hacerse valer, hacerse respetar.

Tumbada en la cama me encontraba mientras mi mente cavilaba. Sabía de las urgencias nocturnas de mi marido. De las llamadas telefónicas que a veces escuchaba a medianoche. Sus ausencias, sus reuniones que se alargaban mas de la cuenta…

Se terminó. Una tarde emprendí el camino hacía la oficina donde trabajaba mi marido. A sabiendas de que no estaría reunido. Sino más bien con su amante; la secretaria.

Entre con el coraje de una mujer harta de que le mientan, que le gusta que le digan la verdad a la cara. Mientras me encaminaba hacia su despacho, vi que todo el mundo se había ido. Excepto el que lo encontré, sujetando las caderas firmes y jóvenes de Nina la secretaria. No me sorprendí. Al contrario, de mi bolsillo extraje una pistola. Dos balas fueron suficientes para llevarlos al otro mundo.

Todo acto tiene sus consecuencias. El tuvo las suyas. Ahora en mi yo interior cada día es una lucha constante de si encontraran huellas del asesinato o bien lo dejaran por caso cerrado.

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