Se acercaba la noche de Halloween. Para muchos una festividad. Para los niños una fiesta donde se disfrazaban para recibir caramelos y demás chucherías, jugando a Truco o Trato y tocando a todos los portales des las casas vecinas. Pocos sabían, por no decir casi nadie, excepto los mas ancianos, que Halloween no era una fiesta cualquiera. Una de las ancianas siempre se dedicaba a poner una calabaza en los portales de cada casa. Aunque no lo hacía por diversión, sino por precaución.
Dícese que era para ahuyentar al diablo. Aline, no era una anciana cualquiera. Intuía que esa noche sería muy diferente. Sus fuerzas ya no eran las mismas de años atrás. Aún así siguió con su faena de colocar calabazas en todos los hogares. Una vez terminado, se acercó a la casa abandonada, cerca del cementerio. Miró al cielo y una neblina empezó a cubrir la atmósfera.
-Han llegado- dijo para sí misma.
Tres mujeres se acercaron a Aline, con sus vestimenta oscuras. Eran algo mas jóvenes, aunque con un parecido a Aline.
-Hola, hermanas – imaginaba que esta noche vendríais.
-Faltaría más. Somos brujas y tus hermanas.
-Sed discretas. Hace tiempo que dejé de hacer magia y me esforcé en ser una ciudadana como los demás.
Las demás fueron a interrumpir, pero Aline les paró con un ademán de manos. Se despidieron, mientras veía cómo entraban en la casa abandonada, la que antaño también fue su casa. De la que tuvo que abandonar al ver al diablo por vez primera y no poderlo ahuyentar con sus poderes. Recordaba como una de sus hermanas, la más pequeña de ellas, hipnotizó al diablo y junto a el se puso a bailar una danza. Tras unos minutos, el diablo perdió su forma y desapareció.
Lyve, siempre tuvo mucho mas poder que sus otras hermanas. Parecía que de las cuatro hermanas, Lyve era más poderosa, ya porque fuera de distintas generaciones o hubiera adquirido los genes de antepasados. Lyve siempre había adorado la noche de las brujas, ahora llamada la noche de Halloween, por ello cuando sus hermanas estaban distraídas y Aline se había ido a su casa, encontró la calabaza. La asió con ambas manos y la echó lejos de la casa, hasta que no quedó nada de ella.
A la medianoche la fiesta había empezado, hasta para sus hermanas. Aunque Lyve prefirió quedarse en su habitación, a la espera de su amante. Ansiaba esa noche para poder invocar de nuevo y que hiciera su aparición su amado Diablo.
-Entra en mi vida. En esta noche tan especial, a ti te hago llamar.
-Aquí estoy, Lyve. Siempre a tu llamada voy a responder…