CAPÍTULO 1

Al fondo de la cafetería del condado, se hallaba sentado Mickel. Era la más solicitada y recomendada por todos, por sus exquisitos menús y diferentes variados. A diferencia de los demás clientes, Mickel se encontraba sentado al fondo, en el rincón más oscuro del local, donde las luces habían dejado de parpadear, dejándolo en la penumbra. Aunque el, lo prefería. Desde ese punto podía observar a los demás clientes, la mayoría sentados en la barra, hablando y brindando con sus jarras de cerveza en la mano o sorbiendo de la botella directamente. La mayoría hablando en voz alta, o intentando dialogar con las camareras del local que iban de lado a a lado atendiendo a los de la barra y a la otra clientela que se encontraba en las mesas.

Mickel, detective de profesión, había sido contratado para averiguar un caso. En sus manos tenía una pequeña linterna, encontrada en la acera de calle, cercana al local. Cuyas iniciales B y S, reflejadas a contraluz se podían apreciar. Las mismas iniciales que las del bar del condado, llamado «Buen Sabor».

Su objetivo, era encontrar a quien pertenecía. No era una linterna cualquiera. De un tamaño pequeño, perfecto para pasar desapercibida o bien poder ocultar alguna cosa o substancia desconocida. Mickel no lo tenía todavía claro. De lo que sí estaba convencido era de que pertenecía a alguien del local. Por la casualidad de las iniciales, su intuición le decía que debía pertenecer a algún trabajador o tal vez al dueño de la cafetería.

La espera y la paciencia era una de las virtudes que muy a su pesar tuvo que aprender en su oficio. Horas más tarde pudo ver cómo la gente abandonaba poco a poco el local para irse a sus casas, algunos borrachos, otros en grupos de amigos para dirigirse a sus respectivos hogares. Las camareras empezaron a poner orden y a recoger las copas y vasos de los clientes que se habían marchado, sin darse cuenta de que Mickel permanecía oculto en las sombras.

Casi habían terminado de recoger, cuando el crujir de la puerta se abrió, dando paso a una mujer de cabellos dorados y esbelta figura. Parecía ser la dueña del local, de andares femeninos y atractivos alcanzó a ver en la penumbra, en donde Mickel seguía sentado. Fue entonces cuando al acercarse un poco más, sus miradas se cruzaron, viendo asombrada que poseía su linterna. La que creía haber perdido.

 —¿Está buscando esto? —le pregunto Mickel, enseñando la linterna de la cual pendía de su mano, con un media sonrisa de triunfo.

—Soy la dueña de este local y sí , efectivamente. Esa linterna es mía. ¿Quién es usted?

—Mi nombre es Mickel, detective en el caso de la búsqueda de a quien pertenece este objeto. Aunque, me parece que ha sido más fácil de lo que parecía.

—Esta muy seguro de sus palabras. Mi nombre es Barbara Suárez. 

—¡Ajá!, de ahí sus iniciales —exclamó el detective. Creí por un momento que eran las iniciales de la cafetería. 

—¡Qué ingenuos podéis llegar a ser los hombres! — exclamó retirándose el cabello hacia atrás. 

A Mickel se le borró la sonrisa de su rostro y arrugando el ceño, deslizo el dedo sobre la linterna apagada y la encendió para comprobarla mejor. Pero en vez de dirigirla a la mujer, la encendió mirando hacia él. Unas fibras ópticas lo dejaron dormido durante un largo rato.

«Buenos Sueños» — ese es su significado. Lástima que no lo preguntarás antes, detective Mickel. Le susurro al oído la mujer. Llevándose consigo su linterna y echando a Mickel, con ayuda de sus dos compañeras, al detective en la parte trasera de un vehículo, llevándoselo lejos del condado. 

CAPÍTULO 2

Mickel despertó en un lugar desconocido. No recordaba nada de lo sucedido. Desorientado, intentó levantarse, mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad de la noche. El maullido de un gato llamó su atención.

Al intentar incorporarse, se encontró atado de manos y pies. La presencia felina de pelaje negro y ojos amarillos, pasó por su lado, silenciosamente, mientras con unos agudos maullidos parecían querer decirle algo.

Mickel maldijo en silencio a aquel que le había hecho aquello. Intentando recordar, en qué momento fue secuestrado y conducido en la oscuridad de la noche.

A lo lejos, un coche negro, con las luces apagadas, no se había movido del lugar. Se preguntó si estaría abandonado. Los minutos pasaban y el silencio, era cada vez más difícil de aguantar en su estado. Al otro lado, un muro, hecho de ladrillo gris, lo separaba de lo que supuestamente parecía ser la salida del callejón.

El crujir de la puerta del vehículo, hizo desviar la mirada. Una mujer de andares femeninos de pelo dorado, bajó del vehículo y entonces empezó a recordar. Pequeños fragmentos de lo sucedido en el bar empezaron a llegar a su mente.

Barbara se acuclilló a su lado, mientras se lo quedaba mirando, jugueteando con la linterna en su mano, como si de un tesoro valioso se tratara. Mickel, detectó rasgos en esa mujer, que le eran familiares, al menos sentía que la conocía. Su mente aturdida, no le dejaba pensar con claridad.

__Mickel, Mickel… __empezó a recitar su nombre

__¿Quién eres? __preguntó Mickel, nervioso.

__Un detective como tú, tan famoso por su reputación debería recordar. Ser capaz de tener memoria fotográfica y el de no olvidar. Mickel __prosiguió Bárbara ¿en serio, que no me recuerdas? __le preguntó mirando muy fijamente a los ojos, como si en su mente deseara entrar.

Mickel permaneció en silencio, mirando el rostro de la mujer y entonces un destello en su pupila cambió de color. Su rostro se tornó más pálido aún. Se encontraba delante de la mujer que antaño el lastimó su corazón. Ahora ella reclamaba venganza.

Bárbara supo por su semblante que le había reconocido. Con su dedo índice le selló los labios. Mientras le explicaba detalle por detalle, como hizo para que el llegara a ella y de esta forma, darle de su propia medicina. Barbara, científica de profesión, creadora de la linterna, que dejó a la vista de Mickel, a sabiendas, de que le ofrecieran el caso de su desaparición.

Había fabricado una sustancia para que un breve período de tiempo, la luz que emitiera la linterna, producía un efecto de adormecimiento. Momento que aprovechó para poder retener a Mickel y hacerle pagar por todo lo que había sufrido.

__Vas a escoger entre estas dos opciones. Una, si te quito de las cuerdas a las que estás atado deberás enfrentarte entre la locura de contar la verdad, de la que nadie te creerá y te tomaran por un pobre detective que ha perdido la cabeza. O dos, saldrás de aquí, admitiendo tu derrota y dando por perdida la misión que te encomendaron. Te convertirás en un fracaso. Bajarás de peldaño para convertirte en un detective más entre el montón.

El silencio reinó durante unos minutos que se hicieron eternos.

__Escogeré la opción dos __ dijo Mickel resignado. Su exnovia del pasado lo había vencido.

Salió del callejón una vez desatado para enfrentarse a un mundo, donde el terror le perseguiría así como la misma mirada que ella le clavó por última vez, cuando empezó a andar sin un rumbo fijo. Había perdido toda seguridad en sí mismo. Se sentía perdido y diminuto en un mundo en el que, ahora había perdido toda su fama. Ya no volvería a ser el detective al que por su nombre todos reconocieran. Se había convertido en uno más, cuando admitió a su superior de que había perdido el caso.

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