La tristeza embargaba a Diana. Desde el fallecimiento de su marido, había mantenido el luto como algo cotidiano en su vida. Siempre vestía con tonos de color negro y cada vez se la veía más delgada. Los mas cercanos a Diana la intentaban sacar adelante, en vano. Había pasado un año desde su fallecimiento y en su mente y en su corazón siempre permanecía. A veces, incluso se la veía hablar a solas, cuando en realidad mantenía breves conversaciones con el que fue su marido. Se imaginaba que en algún lugar, fuera el cielo o el infierno, el la escucharía.
Desde que conoció a Peter, su vida cambio para mejor. Diana trabajaba en la biblioteca de la universidad donde Peter impartía clases de literatura. Era un hombre elegante, siempre bien vestido con sus trajes hechos a medida. Un profesor al que todos apreciaban por su buen carácter y la paciencia con la que enseñaba a sus alumnos.
Se conocieron en la biblioteca. Peter estaba buscando un libro que no encontraba. Cuando fue hacía Diana para que la ayudara para ver si se encontraba en los archivos, se encontró con la figura de una preciosa joven, que con su encantadora sonrisa le iluminó el corazón. Ambos se miraron a los ojos, quedando atrapados por un amor que con el tiempo resurgió entre ambos. Unidos por un lazo invisible que les unía.
Diana se refugiaba por las noches en un mar de tristeza y soledad. Cuando enfermó, nunca imaginó que la muerte se lo arrebataría, deshaciendo el lazo del que solo ella y el estaban unidos. Desde entonces, Diana dejó de ser la Diana que todos conocían. Ella y toda su vida había cambiado.
Una tarde, a la salida del trabajo decidió caminar un rato por la plaza mayor. Siempre se encontraba lleno de casetas donde le gustaba mirar y ojear las pulseras que hacía a mano o los productos artesanos que vendían. Un sin fin de casetas se podían ver a cada paso.
Un aroma a incienso le llamó le atención. Sus ojos fueron en busca de la caseta donde un anciano budista tenía en su mostrador varios artilugios. Desde figuritas en forma de buda e incensarios de todos los aromas. También observó unos folletos y revistas que le llamaron la atención.
__ ¿Qué son? __se atrevió a preguntar al anciano.
__Son revistas que hablan de los diferentes Mantras que existen. Y señalando uno de ellos, se lo ofreció a Diana.
__Gracias, pero…¿Por qué me lo ofrece? __No sé si iba a comprarlo.
__No hace falta. Se lo doy __Léalo, le irá bien. Veo su tristeza en sus ojos. Esta revista trata del Mantra que sana la tristeza.
__Gracias. No quería ser descortés. ¿Qué son exactamente los Mantras? __preguntó al budista.
__Son palabras o frases que buscan generar impacto espiritual y psicológico en la persona que los canta. El propósito principal de los mantras es alterar la conciencia, centrando los pensamientos y emociones para mejorar el autocontrol del «yo»
Hablar de emociones es adentrarse en un mundo que sin lugar a dudas todos los humanos han explorado en su cotidianidad. Algunas situaciones despiertan felicidad, optimismo, ilusión, nerviosismo y tristeza, está última es quizá una de las más difíciles de equilibrar, no solo porque se agudiza con los pensamientos negativos, sino porque puede convertirse en un “fenómeno emocional” que tiene la facultad de desarrollar problemas graves en la salud mental, dándole paso a diagnósticos como la depresión e incluso la ansiedad
Caer en estados de tristeza o inmenso dolor es una forma de protegerse de los daños que causan determinados comportamientos, dando la posibilidad de cerrar ciclos y avanzar aprendiendo de la experiencia, pero ¿realmente todos ven esta emoción de esa forma? La respuesta es no, para algunos es más complicado.
__Gracias de nuevo.
__Espero que sea de tu ayuda. Cualquier cosa puedes acudir a mi. Si ya no me encuentro en esta tienda, puedes encontrarme en esta otra dirección __ofreciendo una tarjeta de visita.
Diana fue hacía su casa, al llegar se acomodó y empezó a leer la revista. Hay gente que tiene la facilidad de dar confianza a otra persona. Ese anciano budista, le había transmitido ese «algo», que la dejó convencer. Tal vez tuviera razón. No perdía nada en leerla. Ya lo había perdido todo en su vida. A su Peter. Solo le faltaba salvar su voluntad de seguir adelante.
Curiosamente hoy, se dice, es el Día de la Alegría y tanto tú en el blog como yo en el podcast hemos publicado sobre la tristeza.
Bonita historia son duda inspiradora.
Un saludo!
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Hola José Manuel
¡Anda! – pues no lo sabía que fuera el día de la Alegría. Si, vaya coincidencia haber escrito sobre tristeza; todo lo contrario
Por otro lado me alegra que te haya gustado la historia.
Gracias por leerme. Saludos!
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