Se estaba celebrando la boda de uno de mis mejores amigos de la infancia. Miguel, como siempre, salía ganando. Había conseguido el amor de Lucía y ahora, allí yo estaba observando el espectáculo. Aunque mis ojos se posaban en la novia. Estaba radiante, con su vestido de encaje. Dejando al descubierto sus seductores hombros y la hermosa silueta de su espalda. Estaba hermosa, como siempre. Aún más, con el recogido de sus cabellos, que dejaban entrever un esbelto y largo cuello, como si de un cisne se tratase.

El deseo que sentía por ella, era mayor que el amor que sentía Miguel por ella. Conocía a Miguel. El típico hombre que había crecido teniendo todo, deseando lo que quería, de la forma que fuera. Lo conseguía. Me sentía impotente. Mis ojos no podían dejar de observar aquellos labios rojos, llenos de pasión. Miguel no se merecía a una mujer como Lucía.

Nos habíamos alojado en un hotel, incluido los invitados. Después de varios bailes y festejando su noviazgo, nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones. Habíamos bebido demasiado. Una vez en mi habitación, vi una silueta femenina, acercándose.

Creía que estaba soñando, pero lo estaba viviendo. Lucía se acercaba hacía mi. Despacio, fue despojando de sus ropajes. Me hizo callar, al intentar hablar. Nos acariciamos cada poro de nuestro cuerpo, sudoroso. Solo se oían los gemidos de Lucía, cuando los orgasmos le recorrían el cuerpo.

Su mirada se clavaba en la mía de vez en cuando, para luego besar cada parte de su cuerpo, que siempre había deseado. Su cuerpo era como una escultura.

-Rubén – Te amo – pronunció

-Entonces – ¿por qué te has casado con Miguel? – pregunté

-Para acercarme a ti. – me respondió mirando con esa mirada que me penetraba en lo mas profundo de mi ser.

La puerta se abrió, dando lugar a Miguel en busca de Lucía.

-Rubén – ¿No habrás visto a Lu….? – preguntó dejando la pregunta sin terminar.

-¡Espera! – He sido yo la que he ido a su habitación, Miguel.. – respondió Lucía, cubriendo su cuerpo desnudo con la sabana.

-El me ama de verdad. Tú  solo me quieres como un objeto que te da placer.

-Creía que eras mi amigo, Rubén. dijo encolerizado.  – Y mirando a Lucía. Y tú, una furcia.

-Oye, Miguel. No insultes a la mujer que he amado siempre. Que me arrebataste con tu ingenio y con tu poder. – le amenazó Rubén.

-No me perteneces. Amo a Rubén. Acéptalo.  –  mientras se oía caer del dedo de Lucia el anillo de recién casada.

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