-Mamá, ¿puedes venir un momento a mi habitación? – preguntó a su madre – algo nerviosa.
-Dime – ¿Necesitas algo?
-Sí – Necesito decirte algo. Para mi es muy importante que lo sepas. Que quede entre tu y yo. – le dijo en un tono más serio de lo habitual.
Su madre se sentó en el borde de la cama , mientras escuchaba las palabras de su hija. La conocía bien. Sabía que detrás de su interior escondía algo, el qué no lo sabía. Llevaba un año en el que había cambiado su forma de vestir, su forma de ser, de hablar y comunicarse. Como madre, esos cambios y pequeños detalles los había percibido.
-Mamá me considero bisexual. – dijo tensando los músculos ante la reacción de su madre.
-Nena, me parece bien. Mientras encuentres a una pareja sea hombre o sea mujer que te dé amor y paz en tu interior. Eso es lo que cuenta. No cuenta nada más.
-Gracias mamá, por entenderme. – No sabes el peso del cual me he liberado.
-Hay dos palabras que siempre has de tener en mente y que se deben cumplir. Orgullo y respeto. Mientras te respeten y te sientas bien con tu pareja y te haga ser feliz, para mí eso es lo más importante. El que tú estés bien. Sé tú misma, siempre. No cambies.
Y en un abrazo madre e hija se fundieron.
Es una cuestión de aceptación personal, nadie puede o debe entrar en esas cosas, en mi tiempo se llamaba libertad, ahora no se como se llama, no identificó el nombre con el sentimiento de tanto utilizarla de forma arbitraria. Enhorabuena
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Exactamente. Gracias por leerme.
Saludos!
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