Una joven escritora, tenía que documentarse sobre un año en la historia, que para muchos, por no decir casi todo el mundo, fue el comienzo de una guerra. Había conseguido entablar conversación con una mujer entrada en años, dispuesta a narrarle parte de lo ocurrido hace 40 años atrás en la Historia del Mundo.
-Encantada de recibirme – Doña Nieves
-Un placer – Patrick.. – Llámeme Neus
-Neus – como ya le comenté, tengo que escribir un libro sobre aquel año tan fatídico, que muchos son los que no desean recordar y mucho menos hablar de él.
-Muchas personas le habrán dicho que busque en las redes información que le resuelva sus dudas, ¿verdad?.
-Así es. La información que busco es la de aquellas personas que lo vivieron en primera persona y usted es mi salvación a poder escribir un verdadero libro que hable del fatídico Año 2020.
-Siéntese – Por favor. Hay mucho de lo que contar.
Patrick obedeció – sumida en un silencio, para dejar que las palabras de la anciana resonaran en la estancia.
-Si mi memoria no me falla, todo se remonta a cuarenta años atrás en la historia. Recuerdo como celebramos la bienvenida a un 2020, sin saber que éste nos recibiría con la llegada de un virus mortal.
Se dijeron muchas cosas acerca de él. Que se trataba de un experimento, realizado en China y de allí se expandió por todo, llegando a España. La cuestión es que se descontroló, llegando expandirse por todo. Tuvieron que confinarnos en casa, sin salir, solo cuando fuera de extrema necesidad. Hubo unos meses en que los niños tuvieron que estudiar a través de las redes y muchos fueron los trabajadores que se vieron sin trabajo, otros al desempleo, y mucho negocios cerraron.
Las calles vacías se encontraban, las hojas arrastradas por la brisa del viento era lo que único que se podía apreciar a través de la ventana. Prisioneros en nuestras propios hogares. Sin poder salir. Combatiendo una guerra de la que no podíamos luchar. Muchos fueron los que enfermaron y otros, los mas ancianos, perecieron por el virus. La tristeza y la ansiedad se veía reflejada en los rostros de las personas.
Hasta que llegaron los mascarillas, que nos cubrieron el rostro dejando únicamente los ojos a la vista. Unos ojos llenos de lágrimas, por no poder haberse despedido de sus seres queridos, otros, cansinos, les devoraba la ansiedad. Las mascarillas nos permitían salir a la calle y poder hacer vida fuera de la casa.
Fue un año muy difícil y duro en el que los más jóvenes se vieron envueltos por el miedo, la frustración y la ansiedad. Al igual que los mayores, ellos también sufrían a su manera. Los niños volvieron al colegio, con sus mochilas, de manera distinta. Con sus mascarillas en la cara y separados por grupos de 18 alumnos en la clase, teniendo que estar alejados unos de otros a una distancia de un metro y medio. «clases burbuja», les llamaban.
Los contagios fueron siguiendo, algunos días había más, otros menos. Pero cuando todo parecía haberse relajado, llego el caos de nuevo. No hubo confinamiento. Pero las restricciones fueron mayores, aunque, claro está, muchos no las cumplían.
Yo vivía en una Isla, donde se supone que al haber menos habitantes, debería haber menos casos, pero no fue así. Los casos volvieron a crecer, la gente salía a la calle con miedo, en hacer la compra para volverse a casa. Los adolescentes, lo pasaban mal, aunque no lo dijeran, en sus rostros se les veía. Cómo no podían quedar como quedaban antes con sus colegas. Recuerdo de mis hijas que iban y daban una vuelta a la manzana y no más. Regresando a casa, con la cabeza gacha y sentimientos que se amontonaban, cayendo en depresiones continuas tanto en mayores como en jóvenes.
Los vuelos quedaron parados, no se podía viajar. Y nosotros, vivíamos del turismo, con lo que afectó muchísimo. Y la crisis nos acompañó durante varios años, recuperándonos muy lentamente.
A finales del Año llegó el invento de la supuesta vacuna. Pero el virus todavía circulaba por las calles y las Navidades tuvimos que pasarlas aislados de nuestros familiares. Gracias a la videoconferencia pudimos vernos. Pero no era lo mismo. El juntarse, el darse un abrazo. Queríamos despedir el Año 2020, pero sabíamos que todavía la guerra contra este virus no había finalizado.
La recuperación de muchas familiares quedaría marcada por la pérdida de familiares, que ni en sus peores momentos pudieron estar cerca. Solo llorar la pérdida y maldecir el virus que llegó a nuestras vidas, sin ser llamado.
-Silencio –
-Que terrible, Neus… – No hay palabras.
-No. No las hay. – Solo muchos sentimientos en los corazones de aquellas personas, que como yo, vivimos ese año.
–Señorita Patrick – no solo es escribirlo, sino que hay en él muchos sentimientos. Si usted llega a escribir sobre ese Año – escríbalo con el sentimiento del que lo vivió o del que lo recuerda como el peor Año de su vida.
-Así lo haré – dándole las gracias a la anciana. – cogiéndole de ambas manos.