Claudia había pasado una mala noche con sueños extraños. Parecían tan reales como la vida misma, pero más tenebrosos. Hasta que el despertador la hizo abrir los ojos, sobresaltada. Al levantarse y secarse el sudor de la frente, se miró en el espejo como cada mañana y su reflejo no era el mismo. Se reflejo en él a una Claudia distinta.
Se refrescó la cara con agua fría para ver que no era real. Su piel morena, al igual que sus cabellos castaños y ondulados, reflejaban el espejo una Claudia de piel blanca y cabellos de un rubio ceniza.
-No puede ser, estoy soñando – se decía a si misma – mientras se frotaba con los yemas de sus dedos las sienes.
Se miró las palmas de las manos. Ella no era cómo la mujer que tenia enfrente del espejo. Incluso tenía un aspecto fantasmagórico, mucho mas tenebroso. Apoyó la palma de la mano sobre el espejo para comprobar si era fruto de su imaginación. Pero la imagen seguía allí, no había cambiado.
El espejo es el reflejo del alma como bien dicen y lo que no sabía Claudia era que su alma en esos momentos su alma ya no era la misma desde que empezó a tener esas pesadillas que no la dejaban dormir por la noche. Tenía el alma inquieta, albergada por una oscuridad que poco a poco fue acumulando con el tiempo.
Claudia llevaba unas semanas viviendo sola. Su alma se encontraba vacía. Ella; una mujer que lo había tenido todo y ahora se encontraba sola; vacía. El reflejo en el espejo no era más que el producto de todo cuanto había hecho y sido para llegar a tener que sufrir las consecuencias de sus actos.
Ahora estaba viviendo de nuevo en su apartamento de soltera. La necesidad de ser importante, maquillando su vida para que todos la adorasen, incluido su marido, de esta forma alcanzando sus minutos de gloria. La mantenía con el alma viva, sin saber que de esta forma una persona no puede vivir.
Ahora, que se encontraba sola, había perdido las necesidades de discutir porque era el tipo de persona que necesitaba que siempre le dieran la razón; aunque en ocasiones no la tuviera. La necesidad de amar y ser amada se encontraba vacía en su alma.
Claudia era un persona que se preocupaba por todo. Una personas muy negativas, que solo veía lo malo, que parece que solo pueden ver desgracias y que jamás dirán nada positivo.Personas que contagian la preocupación y además sostienen que nunca nos preocupamos lo suficiente. No es posible razonar con una persona que piensa así porque es como hablar con un muro y acabará contagiándote su negatividad.
Su matrimonio fracasó por estos motivos. Por tener que tener siempre la razón, aún cuando no la tenía. Entonces descarcaba una ira que es lo que su matrimonio fuera de cada vez peor. Por otro lado cuando terminó su relación fue de víctima por la vida, para lograr llamar la atención.
La necesidad de que todo sea perfecto y maravilloso, de asumir siempre el control y nunca oír un no por respuesta. Llegó un momento en que deseaba tenerlo todo, ser ese centro de atención y sentirse superior a los demás. Eran y son defectos que la han llevado a volver a vivir en su humilde apartamento
Se volvió a ver en el espejo y escuchó el reflejo que tenía delante que sin más preámbulos en su mente dos consejos le dijo.
Claudia: “Cuando uno se deshace de todo lo que posee, pasa en realidad a poseer todos los tesoros del mundo”.
«El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea para repara el daño»
Y dicho esto el reflejo desapareció. Dejando la estancia en silencio, donde los sollozos de una Claudia se pudieron oír con nitidez. Tenía que recuperar su alma.