Suspiro. Y te recuerdo. Cada día es un recuerdo, un fragmento me viene a la mente de los momentos vividos. Al balcón de casa me asomo todas las noches y te recuerdo, de nuevo y pienso en qué me dirías si tú vieras lo que estamos viviendo. Tú, mi estrella, mi abuelo. Que luchaste en la División Azul, en una guerra con armas y balas, en el que lo más importante era sobrevivir.
Que pensarías de una guerra en la que estamos viviendo en la actualidad. Sometidos a a una luchar en una guerra sin armas contra un virus en el que está toda la humanidad incluida.
Me gustaría sentarme en la cocina de tu casa como solíamos hacer, tomando nuestro café de las tardes. Aún recuerdo, cada detalle del hogar en el que viviste. Muchos recuerdos, de los más simples o pequeños, pero más profundos. Desde el piar de los gorriones que tenias en la galería y de la música de la radio que cada dos por tres solías poner. Y cómo no; del fútbol. De todas esas cosas y otras muchas más que recuerdo como si las viviera de nuevo.
Desde el día que partiste de este mundo, no desapareciste de mi vida. Todas las noches, te hablo desde el balcón de casa, aunque sea con el pensamiento y reflejada en la estrella que brilla más, empiezo a hablarte de las cosas que ocurren, de mis pesares y de mis alegrías. De mis emociones.