Mi familia, las Panteras, by Neus Sintes.

Megan había nacido entre panteras negras, en un mundo aislado de la civilización. Sus padres eran unos hippies que trabajaban juntos estudiando a los seres más fantásticos que se encontraban en extinción. Especialmente a las panteras negras.

Los padres de Megan, Yessy y Jhon había viajado hasta la selva de la India para proteger a las panteras negras, considerado el más raro de todos los leopardos manchados por el color intensamente negro, por ser el felino sin mancha alguna. La mirada de las panteras cautivadora como su natural habilidad resaltaba sobre otros felinos. Las panteras también tenía enemigos en la selva como los leones, tigres, pitones, cocodrilos, perros salvajes y mandriles.

Uno de los propósitos de sus padres era lograr que ellos, al ser humanos, querían aliarse con las panteras para ser uno de ellos, ya que el enemigo más peligros de las panteras era el ser humano. Consideraban una crueldad que felinos como ellos sufrieran el peligro que muchos de los humanos hacían contra ellas, como cazarlas por pura diversión y luego usar sus pieles para llevárselas a casa como si de un trofeo se tratara.

Yessy era fotógrafa de profesión y Jhon había estudiado de veterinario. Con el tiempo ambos comprendieron que la civilización nunca había sido su hogar. Se conocieron en un zoológico y sus ojos vieron la frustración de ver aquellos animales desprovistos de su libertad. Enjaulados, con su mirada vacía y perdida en la nada. Jhon percibió aquellas criaturas que por ser consideradas salvajes se encontraban encerradas en jaulas y siendo un espectáculo de entretenimiento para los humanos.

-Es injusto y cruel lo que están sufriendo – dijo Jhon – cerrando los puños para contener su ira.

-Si de mi fuera abriría esas jaulas – dijo una voz femenina con su cámara de fotos colgando por el cuello.

-Oh, perdona. No me he presentado – dijo la joven muchacha de cabellos ondulados y tierna mirada. – Mi nombre es Yessy, me dedico a la fotografía.

-Jhon – encantado. Yo soy veterinario. – respondió a modo de saludo. Me indigna, como comprenderás, me he pasado estos años curando a seres vivos como ellos y que a los más salvajes por naturaleza, al menos para algunos, no se les considere por igual.

-Sí, te comprendo. A mi no me alegra fotografiar a estos animales enjaulados. Pero mi propósito es enviar estas fotos a la editorial por la cual trabajo y que comprendan que esto es inhumano. – mirándole a los ojos. Sí – prosiguió – me arriesgo a ser despedida. Pero prefiero a que me despidan a seguir publicando fotografías que me duelen en el alma – una lágrima resbalo por la mejilla de la joven.

Fue a partir de entonces que decidió junto con Yessy aventurarse tal vez a una locura o tal vez. En sus corazones albergaban un sueño; salvar a todas aquellas criaturas salvajes que pudieran y convivir con ellas. De esta forma llegaron a la India donde fueron hipnotizados por su belleza de fauna que gozaban en libertad. Entre todos ellos, a las panteras.

Pasaron muchos meses viviendo entre ellas, manteniendo siempre un gran respeto y calma para que no huyeran de ellos y con mucha paciencia lo consiguieron. Los días se hacían a veces difíciles por mantenerse en pie, ya que tenían que estar siempre atentos a otros depredadores y poder alimentarse. A lo largo del tiempo tuvieron que aprender lo que se podía o no comer…

Al otro lado se encontraban sus vecinos hindúes, con los cuales intercambiaron alguna que otra conversación a base de signos con las manos y breves palabras. Con el tiempo, al ver que cuidaban de las panteras, dejaron de molestar y se quedaron por otro lado tranquilos de que no eran como los demás humanos.

Un día Yessy empezó a sentirse mal, el calor le producía mareos y las nauseas empezaron a desarrollarse. Empezó a tener mas hambre de lo habitual y muy pronto averiguó que estaba embarazada. Pasaron los días y ya empezó a sentirse mejor, un cambio llenaba su vida y una energía en su rostro empezó a surgir.

-Jhon – ha llegado la hora, la siento empujar de cada vez más fuerte – afirmó.

Una de las mujeres de la tribu, la ayudó a dar a luz a una preciosa y vivaz niña. A partir de ese momento, cuando Yessy le daba el pecho para alimentarla, la miró a los ojos y ambos decidieron que su hija Megan naciera entre panteras negras.

Habían transcurrido los años. Una mañana Megan se despertó con una extraña sensación. Un sol radiante le alumbraba con intensidad, hasta escocer en la piel. Se irguió y pudo comprobar pisara donde pisara como iban escaseando los alimentos y de cada vez había menos agua. Una ola de calor abrasaba su hábitat y eso le preocupaba.

Había aprendido mucho de sus padres. Éstos le habían enseñado todo cuanto ellos sabían y habían aprendido. Gracias a sus enseñanzas podía vivir junto a su familia; las panteras en paz y armonía. Pero se presentaban tiempos difíciles.

Sus padres fallecieron en una batalla donde dos leones ansiosos de hambre terminaron con sus vidas… Las panteras negras en ese momento no lograron acudir a tiempo al auxilio de sus amigos humanos, quienes eran considerados como uno de ellos, pero sí cuidaron de Megan quien a sus ocho años de edad tuvo que aprender a defenderse con ayuda de su familia de panteras.

Sentada encima de la rama de un gran árbol fuerte y robusto, contemplaba con avidez y curiosidad el nuevo mundo que pronto se tendría que aventurar; la civilización. Era la hora de emprender un nuevo viaje a un nuevo mundo donde tal vez hubiera más peligros de los que en la selva de la India, donde ella vivía…Pero necesitaba del agua; la fuente de la vida que empezaba a escasear y ni ella ni la tribu hindú sabían cómo conseguir.

-Tengo que hacer algo -se dijo a si misma sin dejar de dar vueltas, inquieta. La sequía al igual que la escasez del agua, también podríamos quedarnos sin alimentos.

Acarició a sus pateras que le proporcionaban paz. A lo lejos, divisó a varios animales algunos de ellos parecían estar inquietos y otros cansinos por el calor. Su instinto le decía que algo andaba mal…

Cogió su balsa y decidió cruzar el río, con la intención de buscar algún lugar donde poder conseguir alimentos y del agua que cada vez más le estaba preocupando. A medida que iba remando, empezó a detectar movimientos detrás de los extensos matorrales que estaban a la otra orilla. Decidió remar a menos velocidad. Deteniéndose en medio del río intentó mantener la calma e intentar oír que era lo que estaba merodeando al otro lado.

Una suave brisa llegó a sus oídos, percibiendo asombrada sonidos de voces humanas.

-¡Oh! – exclamó – intentando mantener la respiración. No son hindúes…

Al intentar dar media vuelta uno de ellos la señaló con el dedo, avisando a los demás.

-¡Eh, espera! – dijo gritando para que los otros tres pudieran ver que no estaban solos.

Megan soltó un silbido avisando a su familia que se encontraba en problemas. Megan intentaba dar media vuelta para regresar a la orilla de donde había venido. A los pocos segundo una manada de panteras se presentaron en la orilla, otros en las ramas de los árboles, con mirada desafiantes.

-Pero… – ¿dónde están tus padres? – preguntó uno de ellos desde la lejanía – desconcertado

Comprobaron con sus propios ojos como aquella niña casi una adolescente, vivía bajo el manto de la selva junto a sus panteras y demás animales que habitaban. De mirada salvaje, aunque no parecía ser violenta. Tenía vocabulario y entendía lo que se le preguntaba. Dedujeron por sus palabras que sus padres le enseñaron antes de fallecer, a sobrevivir en la selva, pero aún así…Era incomprensible.

-Mi nombre es Megan, nacida bajo esta selva que es mi hogar y bajo la protección de mis panteras; mi familia. – concluyó.

Mis padres me enseñaron todo lo que yo sé. Esta es mi vida y la que siguieron mis padres. – reafirmó.

-Y vosotros, humanos sin piedad – ¿A qué venís hacer en nuestras tierras? – fulminándolos con una terrorífica mirada.

Entonces los cuatro fueron dando marcha atrás viendo el peligro de esas criaturas con colmillos que dejaban de mirarlos. Aunque no dejaron de pensar en su guarida en la chica que junto a las panteras estaba conviviendo.

-¿Cómo es posible? – No doy creces a lo que mis ojos han visto.

-Ni nosotros. – dijeron al unísono los demás.

-Es una salvaje, aunque sepa hablar nuestro idioma ha crecido con animales e hindúes. – concluyó el primero de todos.

-Esta noche entraremos en su territorio – arrugando el ceño.

-¡Pero tú estás loco! – exclamó el otro. Nos matarán…

-Descansad – al anochecer atacaremos – concluyó.

La noche se aproximaba y Megan se fundió junto a las panteras que le daban calor durante las frías noches. El clima variaba mucho. Las noches eran frías y los días calurosos.

-¡Venga, chicos! – que solo son hierbas y pequeños animales que se asustan con nuestros pasos.

Los cuatro investigadores intentaron adentrarse en la selva en la noche oscura. Dos de ellos no estaban muy convencidos ni seguros de adentrarse pero el que parecía el jefe les ordenó que siguieran sus pasos.

A lo lejos un águila los divisó con su mirada de lince y fue volando al territorio de las panteras, agitando las alas. Las panteras despertaron y también Megan despertó. Asintieron con la cabeza. El humano se acercaba.

Megan cogió una lanza hindú que le ayudaría a luchar. Cuatro linternas era lo único que se alumbraba en una noche oscura donde la luna incluso se había ocultado. El ulular del búho miraba con atención a aquéllos extraños, inclinando la cabeza y mirándolos con sus enormes ojos.

Megan, junto a las panteras esperaban la llegada de los humanos escondidos bajo la oscuridad de unos arbustos, en silencio, atentos a cualquier movimiento.

-¡Allí! – señaló Megan con el dedo refiriéndose a las cuatro luces que alumbraban el camino.

Las panteras arrugaron la frente y se pusieron en posición de ataque, otras enseñaban sus afilados colmillos, furiosos. Aunque no eran los únicos. La tribu hindú también estaba preparada para cualquier ataque a los suyos. Los hombres habían preparado sus lanzas, mientras que las mujeres se habían metido en sus cabañas refugiándose con sus hijos.

A medida que se acercaban, Megan intentaba contener la respiración, furiosa. Cuando sus miradas se cruzaron, Megan corrió hacía ellos con su lanza al igual que las panteras detrás de ella. Pudo herir a uno de ellos pero su compañero asió de la cintura a Megan, indefensa.

-¡Suéltame, maldito humano! – intentando deshacerse de sus grandes y fuertes manos.

-¡Salvaje, quieta! – le ordenó

Las panteras rodearon a los tres humanos, acorralándolos. Mientras el cuarto humano seguía inmovilizando a Megan para que ésta no huyera.

-¿Porqué cruzabas el río? – le pregunto con una sonrisa maliciosa…

-Para conseguir más agua y alimentos, que están escaseando – removiéndose.

-¿Sabes que si te vinieras conmigo, no te faltaría de nada? – afirmando, mientras la acariciaba en las mejillas, deteniéndola y con la otra le rozaba uno de sus muslos semidesnudos.

-¡No necesito de tu ayuda! – gritó Megan, enfurecida – que hizo actuar a una de las panteras negras más grandes que asomaba por encima de uno de los troncos del un árbol cercano.

Un rugido monumental hizo temblar la selva. Los pájaros echaron el vuelo al ver lo que se avecinaba. Los demás animales, sobre todo los más pequeños se escondieron en sus guaridas. Otros, en cambio, los más feroces se unieron a las panteras. Tigres, leopardos, jaguares…Todos unidos por una causa. Salvar su hábitat.

-¡Nos van a matar! – dijo uno de ellos acorralado por las panteras

-Tú y tus malas ideas… – no deberíamos haber venido aquí.

Megan aprovechó la ocasión cuando éstos estaban discutiendo y le dio con la punta de su lanza en la entrepierna de quien la tenia acorralada. La pantera negra asió a uno de ellos enseñándole sus colmillos y mordiéndole en el brazo.

-¡Sino marcháis de aquí seréis mi alimento y el de mi familia!. – dijo Megan en tono amenazante, mirando a sus panteras. – ¡Fuera!, espero no ver a ningún humano en estas tierras que son nuestro territorio. – Ordenó.

Mientras las panteras y demás animales veían como huían de la selva, no dejaban de enseñar sus colmillos y garras para asegurarse de que se iban par siempre para no volver.

Pasados dos días la ola de calor se marchó y con ello la escasez de alimentos y de substancia regresó. Recobrando de nuevo la normalidad. Los hindús pudieron volver a sembrar sus semillas y de esta forma poder vivir. Una débil pero agradable lluvia cubrió los árboles y demás dando de nuevo vida a la sequía.

Megan abrazó a sus panteras alegrándose de ver aquel paisaje que cada mañana la hacía sentir más fuerte. Su hogar e único hogar.

 

7 Comentarios

    1. Gracias Ruben. Podría haberme documentado más acerca de las panteras. Pero en realidad aunque sean salvajes; son como otro cualquier felino.

      Mi intención era crear una historia sobre cómo poder vivir en la salvaje rodeado de criaturas como los felinos.

      Saludos

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