Susan estaba casada con su marido, éstos habían decidido no tener hijos debido al ajetreado trabajo de Susan la cúal tenía que viajar constantemente. Su marido Jorge trabajaba en casa a traves de control remoto debido a que se había lesionado una pierna y no podía desplazarse de un lado a otro.
Susan trabajaba en una agencia ce viajes y normalmente trabajaba de día. Pero en esa ocasión su superiora la llamó por teléfono indicándole que esa noche hiciera el turno de noche. Por parte de Susan no tuvo invonveniente pero lo encontró un poco sospechoso; extraño.
Siempre cojía el metro pero al llegar a la estación se desorientó, acostumbrada a cojer siempre el metro de día, éste le pareció más oscuro pero le dió importancia. Era de noche, era obvio.
Estuvo esperando hasta que aparecio el metro. Siempre cojía el numero 6, pero Susan no se dió cuenta de que no era el 6 que estaba cojiendo, sino el 9…¿A dónde la llevaría?
Subía al metro y se sentó en uno de los bancos libres que encontró. Sacó de su bolso un libro de bolsillo y se puso a leerlo con total tranquilidad. Esa noche iba con una minifalda y una blusa blanca de media manga. Su melena ondulada le caía hasta los hombros. Era de figura esbelta y una mujer alta para su edad. Mientras estaba leyendo se paraba a mirar si llegaba a su destino, hasta que se dio cuenta de que no mencionaban su parada y eso la extrañó.
Con pasos decididos fue a la cabina del maquinista y fue a preguntarle si se había pasado la parada o bien todavia no habian llegado. Fue entonces cuando el pánico se apoderó de ella recorriendole cada poro de su cuerpo, el tranvía no tenía maquinista o bien éste era un fantasma que la llevaba rumba a quién sabe dónde…
Fue a preguntar a quiénes quedaban dentro y se dió cuenta de que estaba sola. Era la única acompañante, la única que quedaba. ¿Hacía donde iba a parar?, ¿tendría vuelta a casa?…
Un reflejo de un hombre alto se le apareció y silenciandole los laabios con su dedo indice pronunció lo siguiente: Susan, te vienes conmigo para no volver jamás…has sido infiel a tu marido desde que éste se lesionó. Ahora pagarás por ello viniendo comigo y siendo mi leal y sumisa compañera en el mundo al que te voy a llevar. Y desabrochándole la camisa le mordío el cuello con sutil elegancia y retirándole el pelo hacia atrás se la llevo al vuelo saltando por la vía, dejando el tranvía solo.
Susan ahora pagaría por sus pecados siendo exclava del señor de las Tinieblas. Quién comete sus pecados a sus manos va a parar…